Durante una tertulia con algunas madres y algunos padres, siempre estos últimos en menor número, se coincide en lo oportuno de ir entrando en un orden tras el desorden que conlleva la llegada de un bebé.

Ese orden va dando lugar a unas rutinas y unos hábitos… reglas de convivencia. Sobre los 18 meses… 2 – 3 años especialmente emerge en la niña y en el niño la posibilidad de negarse al deseo del adulto. Este movimiento es constitutivo, es estructurante (identidad, autoestima, criterio propio, autonomía…).
Tenemos a alguien que solicita ser escuchado, pero en ocasiones esa demanda es desbordante ya que los pequeños no miden el cuándo, el cómo, sino que responden a sus propios impulsos. Existe, inconscientemente una demanda de ¿HASTA DÓNDE?.
El duelo, el reto siempre es entre dos, uno colocado en el lugar de superioridad. ¿Quién es superior?, ¿aquél que busca imponer su interés?.
Podríamos pensar si a los niños o niñas de hoy no se les otorga demasiado poder con ese ¿qué quieres?, ¿qué quieres? ….. que mantiene una demanda sin limitación.
¿Quién debe salirse de ese reto?. El niño todavía no tiene herramientas para hacerlo. Cuando los pequeños se lanzan al suelo llorando es porque no tienen otro recurso para hacernos llegar su impotencia, su falta de palabras. Es conveniente que las rabietas se vayan transformando en palabras y que no nos dejemos llevar por nuestra propia indignación. Estas situaciones se pueden ir elaborando día a día, despacio, poniendo limitaciones a nuestra disponibilidad.
Es conveniente consultar a un profesional cuando esa negatividad persistente queda instalada y no cambia con el tiempo.
Por lo tanto, tenemos la función de ayudarles a manejar esas frustraciones, poco a poco irán aprendiendo a auto regularse.
Volviendo al Reto, a ese NO permanente:
En su relación con los padres, con el educador, hay una exploración del Otro, en ese punto donde representan la ley, la autoridad. Se da en el niño de esta edad una actitud de reto, de imponer su deseo frente al deseo de los padres, de ver hasta dónde pueden llegar. Lo que se están jugando los niños con esta actitud es comprobar su valía, su poder, afirmar su identidad. A la vez, algunos personajes amenazantes de las fábulas populares toman presencia como terceridades que delimitan: si no haces…. Viene el bute, el lobo, el hombre del saco, la bruja...
Las familias suelen optar por las dos posiciones iniciales aunque existe una tercera más laboriosa:
Primera: Autoritarismo y poder. Por un lado un adulto omnipresente. La disciplina y las normas las transfiere el adulto entendiendo que el niño debe obedecer, hacer caso...
La posibilidad del niño es dormir, comer, poner se la ropa que le dicen…sin hacer nada que se salga del guión y obedecer. La posibilidad de emplazar algo propio pasa por un lugar de reto y confrontación.
Una actitud demasiado severa y autoritaria intimida tanto que puede generar que el niño se afiance en esa postura de rebeldía y de reto, bien inhibiéndose, lo cual iría obstaculizando la posibilidad de afirmarse como persona independiente de los padres, y en todo caso, si lo hace, vendría cargado de reto y fuerte rebeldía.
Segunda: ¿Quién sustenta la autoridad?. Existe exceso de permisividad. El orden, la organización y las reglas no se sabe muy bien de que forma pueden aparecer. En ocasiones el adulto es quien, un día, quizás más tarde que pronto, acaba retando para imponer su autoridad ya que al pequeño se le ha otorgado demasiado poder.
Una actitud pasiva por parte de los padres conlleva la interpretación de que todo vale, de que puede solicitar lo que quiera y dar paso a ese pensamiento mágico de quiero y tengo. Se puede ir generando así una posición de exigencia y demanda infinita en la niña o el niño instaurándose la agresión verbal y física como la forma de relación, y de conseguir lo que pretenden. “O me das lo que te pido o…..”
Pero existe una tercera que conlleva un plus de paciencia, de tiempo, de diálogo y de flexibilidad.
Tercera: Autoridad y respeto. Diálogo, las reglas y las normas nos regulan a todos y son fruto de consensos y acuerdos. El niño es respetado y respeta, sabe que puede opinar y hablar de lo que le interesa, estén o no deacuerdo los adultos, aunque para convivir se reconoce que los adultos son aquellos que transmiten esas reglas, un marco que señala hasta que punto es posible.
Resumen:
Un “NO quiero” como delimitación de la subjetividad respecto al deseo del adulto, aparece la necesidad de diferenciarse.
Los adultos deben mostrar los límites como señales que permitan entender al niño y la niña que es importante auto regularse para no hacerse daño, para no hacer daño al otro, para respetar y ser respetado, para conseguir lo que se pretende.
Las normas y las reglas se van transmitiendo a través de rutinas, de los hábitos desde los primeros meses vida y van variando a medida que los niños crecen ya que la vez necesitan más espacio físico pero también subjetivo.
Ante una situación peligrosa o bien ante una solicitud caprichosa desmesurada es oportuno adoptar una actitud seria y clara.
Los mayores somos un modelo a seguir. Transmitir emociones tanto de satisfacción como de enfado ayuda a comprender sentimientos, satisfacciones o insatisfacciones.
Cuanto mayor uso de la palabra, mayor uso de la palabra.
Cuantos más recursos no violentos, más recursos no violentos tendrá el pequeño para solucionar sus conflictos o dificultades.
El azote y/o el diálogo. Cuando se pasa a lo físico se debe al fracaso de la palabra.
Cándido Sánchez Zafra
Le invitamos a dejar un comentario sobre el texto: ¿La violencia es siempre física?.
La era. Espacio abierto.
Psicología clínica. Logopedia. Atención Temprana.
Calle Eras del Calvario 7 bj. a. La Zubia 18140 Granada
Tlf. 958057705 - 610521031 laeraespacioabierto@gmail.com
Cándido Sánchez Zafra
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