El
orden desde el des-orden. ¿Y qué ha ocurrido con la autoridad?
Prácticamente
todos los días tenemos noticias sobre incivismo juvenil: vandalismo, el
botellón en la calle, agresiones, grabaciones de video, protestas antisistema,
okupas… José Ramón Ubieto señala en su artículo titulado ¿Qué esperamos de los
jóvenes?, publicado en La Vanguardia, el día 7 de noviembre de 2010, que ya los
clásicos como Platón se quejaban de “los jóvenes de hoy en día”. La Juventud
reclama desde la ambigüedad del lugar que ocupan y que se les ha dado,
protestando y rebelándose ante un ritmo social basado en la rentabilidad
laboral y la producción. Y no solamente a los adultos se les exige que sean
eficaces, rentables y productivos, sino que cada vez más se adelanta la edad de
“ser útil” al sistema.
Llevo
unos años trabajando en Integración Infantil y soy testigo de las consecuencias
que tiene que una niña o un niño de 3 - 4 años no sigan el protocolo
curricular. Cuando no se satisfacen las reglas del juego se entra en el bucle
de los diagnósticos, etiquetas y tratamientos.
La
transgresión y la violencia como síntoma social dan muestra de la
realidad de unos jóvenes que reclaman ser escuchados, y parece que no tienen
muchas posibilidades.
En
diferentes ámbitos se hace evidente que la autoridad es un bien que escasea,
todas las figuras que antaño ocupaban un lugar de “agente de la Ley” han sido
despojadas de sus insignias representativas. Desde la propia policía,
pasando por los educadores, maestros, médicos, padres, jueces o políticos
han ido perdiendo la prestigiosa posición de ser respetados. En sus propias
áreas de actuación o trabajo se producen situaciones desbordantes y
descontroladas. En las escuelas se llega a agredir al educador y son a veces
incluso los padres o las madres los que se toman la justicia para defender los
supuestos derechos de sus descendientes. El colectivo médico, sin ir más lejos,
suele reclamar, en los medios de comunicación, protección tras un
episodio conflictivo.
Estamos
rodeados de Normas y Leyes, Decretos y panfletos que nos dicen cómo tenemos que
comer, dónde podemos fumar, a qué temperatura poner la calefacción, cuándo
decir a los hijos adoptados la verdad de su condición como señalaba en la
edición anterior, o bien qué desayunos tienen que llevar los niños al colegio
cada día. Vivimos en una sociedad instructiva, plena de indicadores
positivos o negativos, estadísticas y supuestas soluciones que como en el
caso de la enseñanza o la violencia nada aportan, o aportan poco.
Existía
hace unas décadas la costumbre de reconocer la autoridad en el padre, a éste le
recaía la representación de una función, digámosle así, de autoridad, de
orden. Pero a muchos de ustedes le vendrá a la mente ese señor callado,
silencioso, que con mirar y pronunciar alguna palabra ruda y abrupta colocaba a
cada cual en su sitio.
El
descalabro de ese representante de la Ley es monumental, seguramente a casi
todo el mundo le parece bien su desaparición. La ausencia de un padre feroz y
despiadado deja un vacío, y aún no aparece sustitutivo suficientemente
enérgico que se haga con la batuta de resituar el desmadre que tenemos por
delante.
Ahora
tenemos un padre bueno, compañero y colega, se suele decir, que compadrea con
su descendencia en un plano de complacencia y satisfacción. Es un padre
dispuesto, ocioso, juguetón pero a la vez ¿insuficiente?.
Para
finalizar quisiera aportar unas definiciones que clarifican la diferencia entre
autoridad y autoritarismo, dejando abierto el tema para la próxima edición.
“El
concepto de autoridad apareció en Roma como opuesto al de poder. El poder es
un hecho real. Una voluntad se impone a otra por el ejercicio de la fuerza. En
cambio, la autoridad está unida a la legitimidad, dignidad, calidad, excelencia
de una institución o de una persona”.
La
autoridad también la tiene alguien que, “debido a su capacidad en un ámbito,
por sus conocimientos o dignidad, puede ejercer sobre otros una influencia a la
hora de que tomen ciertas decisiones”
Por
otro lado tenemos el autoritarismo que es una forma de ejercicio de la autoridad en
las relaciones sociales, por parte de alguno o algunos de sus miembros, en la
cual se extreman la ausencia de consenso, la irracionalidad y la falta de
fundamentos en las decisiones, originando un orden social opresivo y carente
de libertad para
otra parte de los miembros del grupo social.
Una
de las definiciones, de la Real Academia Española de Lengua, de la palabra
autoridad es la siguiente: “Prestigio
y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por
su calidad y competencia en alguna materia”.
Cándido Sánchez Zafra.
La era. Espacio abierto.
Psicología clínica. Logopedia. Atención Temprana.
Calle Eras del Calvario 7 bj. a. La Zubia 18140 Granada
Tlf. 958057705 - 610521031 laeraespacioabierto@gmail.com
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