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PERDER PARA CRECER, LA ADAPTACIÓN AL COLEGIO.

La adaptación al colegio.
Periodo de adaptación. Perder para crecer.

Empezó el curso. Cuesta de nuevo ir cogiendo la rutina de levantarse temprano, pero poco a poco todo el mundo se va aclimatando tras unos primeros días  en los que se reorganizan los tiempos y las rutinas.


Las niñas y los niños dejan a un lado las vacaciones y de nuevo se encuentran con el pupitre y los lápices. 





El periodo de adaptación de los más mayores es rápido,  a veces  lleno de entusiasmo por el reencuentro con amigas y amigos, conocer al nuevo educador, nuevas compañeras, nuevos compañeros y demás novedades.

Pero la noticia es la adaptación de los que van por primera vez; sean bebés o sean de 3 años.

La separación de las figuras de referencia y del acolchonado hogar les resulta una trifulca anímica. Más leve para unos y  más costoso para otros.

Para muchos niños u muchas niñas es su primer movimiento hacia la exterioridad, el primer momento de socialización,  ante el cual se pone sobre la mesa no sólo las dotes vivenciales del peque sino sobre todo los fantasmas de los mayores.

Pero,  ¿qué ocurre con la incorporación de las nuevas alumnas y nuevos alumnos?.

En general la adaptación es un periodo de acomodación a unas nuevas circunstancias.

Con los bebés la adaptación, en general, es fácil en cuanto a la separación,  ya que todavía no hay reconocimiento de la perdida, y por lo tanto pasar a otro adulto es quedar cubierto en las necesidades básicas de cuidado,  alimentación e higiene y recibiendo esto, nada se pierde.

En este caso la adaptación es sobre todo para la madre, que se desprende de su bebé durante unas horas.

Cuando ya no son tan bebés,  algo de la perdida y de la extrañeza está instalado,  con lo cual existe claramente la diferenciación entre la madre y esa otra persona. ¿Dónde está Mamá si no se encuentra presente?. Ese pasaje es laborioso.

El niño y la niña tienen que constatar que quien se va y desaparece vuelve a aparecer. De ahí  que lloren desconsoladamente ya que aún no manejan herramientas simbólicas que permitan representar la ausencia y la presencia.

Si los peques tienen más edad, entre 2 y 3 años,  pues también tienen su periodo de adaptación ya que muchos hacen un primer corte con esa figura adulta. Las niñas y los niños de esta edad  van elaborando la presencia – ausencia del objeto,  pero las separaciones  son revivencias de una perdida inaugural.

Por eso, por mucho que se intente razonar con los niños siguen llorando.

Necesitan su tiempo para lidiar con la ausencia de la madre y encontrar representación para ello.

Para el bebé lo que no está desaparece, si mamá no está no existe, ha desaparecido.
Es la representación, la que permite, interiorizar que si no está presente aquí, lo estará en otro lugar.

Por lo tanto, hay una perdida, pero también unas ganancias: crecer más, madurar más, autonomía, nuevas relaciones con iguales, aprendizajes, más independencia, más juegos, mayor capacidad de creación, de investigación…

¿A qué te refieres con perdida?

Perdida, porque se pierde la unicidad. Un momento constituyente en la subjetividad del sujeto se produce cuando el bebé se reconoce como otro más allá de la madre ( quien le cuida) , o sea, son dos, y esto no adviene por qué si, deben darse unas circunstancias (que podemos tratar otro día). Por lo cual, cualquier movimiento que retome la perdida puede ser angustioso, aunque no tiene porqué. Dependerá de cómo se ha pasado de la unicidad a esa dualidad. 

¿Entonces qué se puede hacer para ayudarles en la adaptación al colegio?

Para los más pequeños es importante que se busque una Escuela Infantil de confianza, conocer el Centro, a los profesionales y el proyecto educativo. Un proyecto educativo que cuide los cuidados esenciales, favoreciendo la comunicación, la socialización, la creatividad y la fantasía.

Hablarles previamente de la escuela, aunque sean pequeños les vamos a transmitir nuestra calma, nuestra decisión de hacer lo que nos parece más adecuado para ella o él. Visitar un día a conocer el Centro Educativo en familia, ir a conocer a la educadora.

Cuanto más relajados y confiados están  los adultos mejor será la adaptación de los niños.

Si pensamos que podrá afrontar la separación y la adaptación, que poco a poco lo logrará, le vamos a transmitir seguridad y tranquilidad. Si por el contrario hemos sido demasiado protectores no sólo vamos a dudar de nuestra capacidad para afrontar la separación,  sino de las habilidades de la niña o el niño para superar la conquista.

El periodo de adaptación conlleva  un tambaleo en la organización subjetiva del pequeño: cambios en los ritmos de sueño, más o menos hambre, mayor apego a algún objeto – juguete, a algún familiar, vuelta a descontrolar en la regulación de esfínteres, los miedos se agudizan, se muestran demandantes…    No pasa nada, si vamos siendo flexibles pero confiamos en las posibilidades de nuestra hija e hijo, en sus ganas de crecer, la adaptación  será cuestión de tiempo. Paciencia.


Es recomendable pedir ayuda cuando se alarga demasiado o se convierte en un proceso muy crítico, o para la madre y el padre, o para el peque. 



Cándido Sánchez Zafra.            

Psicólogo especialista en psicología clínica.  Col.  Ao 4731.

La era. Espacio abierto. 
Psicología clínica. Logopedia. Atención Temprana.
Calle Eras del Calvario 7 bj. a. La Zubia 18140 Granada
Tlf. 958057705 - 610521031 laeraespacioabierto@gmail.com

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